domingo, 4 de febrero de 2018

Mi experiencia en el curso los Siete Jóvenes del Evangelio (EESA)

Hace una semana, tuve el regalo de poder participar y formar parte del Curso de los Siete Jóvenes del Evangelio, de la Escuela de Evangelización san Andrés (EESA), que organizó la Comunidad Bernabé en Torrent (Valencia). En las siguientes líneas quiero compartir mi experiencia y algunas reflexiones que han brotado a partir  de este maravilloso curso.


Este el cuarto curso  que hago de la EESA y puedo decir que  cada  uno de ellos, ha sido una experiencia que me ha ayudado mucho, a crecer en mi relación con Cristo y que siempre me impulsan a salir de mismo, para ir hacía los demás, para compartir con ellos la alegría que brota de este encuentro con  Jesús Resucitado.
Y es que cada curso es una reafirmación en mi vida, del mandato misionero que Jesús nos hace a cada uno nosotros, los bautizados: “Id y haced discípulos” (Mt 28, 19).
Pero para ir y haced discípulos es necesario ser evangelizado, es indispensable ser discípulo. Y esto sólo se consigue estando con el Maestro, permaneciendo unidos a su amor y dejándose amar y transformar por Él. Si algo medite durante este curso es sobre la necesidad de dejarse amar por Jesús. Abrirle la puerta, escuchar su voz en la Palabra que me dice: Mira que estoy de pie junto a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo (Ap 3, 20).  ¿Cómo voy anunciar el amor de Dios si no experimento el amor que salva en mi corazón, si no hago memoria, cada día, de ese amor que hace nuevas todas las cosas, de ese amor que me salvó y me transformó?

Durante el curso, he podido mirarme al espejo de cada uno de estos siete jóvenes que aparecen en el Evangelio y en los que en cada uno de ellos, me he podido ver reflejado en muchos aspectos de mi vida y de mi persona. Y es que como dice san Pablo en la carta a los Hebreos: “La Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos: penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón (Heb 4, 12).  Jóvenes que sabía que aparecían en la Palabra, que conocía intelectualmente en pero que aun no había meditado con el corazón. Y  que con la ayuda de la maravillosa predicación, de dos fantásticos predicadores como son Pepe Prado (fundador y director general de la EESA) y Ângela Chineze,(directora de la EESA Brasil), pude ver en ellos la historia de mi vida reflejada y pude profundizar y reflexionar sobre ella.
Pepe Prado y Ângela Chineze (EESA Internacional)
Fue un curso en que hubieron varios momentos de sanación y liberación. Y es que viéndome en el espejo de cada uno de esos jóvenes, pude ver como habían cosas de mi vida viejas, que debía poner en manos de Jesús, para que Él pudiera hacerlas nuevas. Yo hago nuevas todas las cosas (Ap 21, 5).

Durante esta experiencia también he podido conocer a personas maravillosas, que no se si volveré a ver y hablar con ellas, pero si de algo estoy seguro, es que permaneceremos unidos en la oración. Personas que han compartido conmigo diferentes realidades, diferentes visiones y que no sólo me han enriquecido sino que me han hecho ver las cosas desde otra perspectiva, saliendo de mi mismo. Además de compartir juntos esta experiencia del Espíritu Santo que seguro que ha quedado grabada en nuestros corazones.
Personas de diferentes edades y de diferentes partes de España y del mundo. Todas ellas jóvenes porque joven es el que esta en crecimiento. No importa que tengas 20 años, que 70 años. Lo importante es estar en crecimiento, es estar en camino. Hay jóvenes de 18 años que han dejado de serlo, que son zombies, porque han hecho de su vida un sofá que les adormece y han olvidado que hemos venido al mundo para dejar huella. No han descubierto que hemos sido creados para lo grande, para ser fuego de amor que encienda otros fuegos. Y nunca olvides que mientras estés en camino, en crecimiento, no importa tu edad, seguirás siendo joven.

Con la Comunidad Bernabé
Una bendición fue poder compartir ese fin de semana, con aquellas personas que el Espíritu Santo ha puesto en mi vida, en esta misión que es evangelizar. Estas personas son mi amigo Vicente y la Comunidad Bernabé, personas a las que aprecio mucho y que son una bendición en mi vida. Gracias por vuestra entrega y por vuestro servicio.

Ahora toca dar gloria a Dios por todo lo recibido. Subir cada día al monte Tabor para hacer memoria y estar con el Maestro. Pero sobre todo, toca seguir creciendo y formándome como discípulo en la Célula Parroquial de Evangelización que el Señor me ha confiado, con estos ocho maravillosos hermanos y hermanas con los que Jesús me ha bendecido para permanecer en su amor, e ir y hacer discípulos.


Y si tenéis la oportunidad de hacer algunos de los cursos de la EESA, aprovechadla. Para poder dar, primero hay que recibir. Yo sólo puedo decir: ¡Gloria a Dios!