Uno de los libros de la Biblia
que más me gusta, es el primer libro de Samuel. Cuando lo leo, me viene a la
memoria el curso Emaus, de la Escuela de Evangelización san Andrés (EESA), que
realice hace dos años, en mi parroquia. Un curso que me ha ayudado a
enamorarme de la Palabra de Dios.
Este curso cambio mi forma de ver
la Biblia y descubrí que en ella esta Jesús Palabra, y que cada vez que abro la
Sagrada Escritura y la medito, es un encuentro con una persona viva, que me
habla de corazón a corazón y que es mi mejor amigo. Y es que “la Palabra de
Dios es viva y eficaz” (Hebreos 4, 12).
Hoy la primera Lectura de la Eucaristía,
era 1 Samuel 3, 3b-10.19. Una Palabra que significa mucho para mí y que a lo
largo de los dos últimos años, me ha ayudado mucho en mi vida espiritual. Dice la
Palabra que: “Samuel no conocía todavía al Señor. No se le había revelado aún
la Palabra del Señor” (1 Samuel 3, 7).
Samuel estaba al servicio del Señor,
dormía en el santuario del Señor, pero no conocía todavía al Señor.
Puede que a nosotros también nos
pase, en su caso era porque aun la Palabra del Señor no se había revelado. En
nuestro caso es porque nos falta estar más con Él, abrazar más su Palabra, tenerlo
siempre presente y buscar siempre su voluntad. En definitiva decirle con el
corazón, la antífona del salmo de hoy: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu
voluntad”. Y con esa voluntad firme, abrir cada día la Palabra de Dios y
decirle como Samuel: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam 3,
10).
Este fin de semana, en la adoración,
el Señor me inspiro lanzarles un reto a nuestros adolescentes del grupo de
Juniors – Confirmación.
Detenernos 10-15 minutos cada día, para escuchar el
Rezando Voy (www.rezandovoy.org) y
encontrarnos con nuestro mejor amigo, que nos habla de corazón a corazón, a
través de su Palabra. Después compartiremos por el grupo de WhatsApp que
tenemos, las frases con las que más nos hayamos sentido identificados, aquellas que nos
hayan gustado o hayan tocado nuestro corazón. No se la acogida que tendrá ni
tampoco si lo harán todos, o sólo unos cuantos. Se que les he pedido que den un
pasito más, que dejen el sofá y se pongan las botas montañeras, para caminar
decididos por el camino que Jesús nos marca para que vayan dejando huella. Se que
pueden hacerlo, otra cosa bien diferente es que quieran. Mi misión es animar,
es proponer, es amar. Y se que quien lo haga, quien perseveré, se
encontrará con Cristo.

Pero un día tiene 1440 minutos, 15
minutos, es el 1% de nuestro día. Jesús nos regala cada día un nuevo amanecer,
nuestro corazón sigue latiendo, estamos llenos de vida y cada día el Señor no
para de derramar sobre nuestra vida muchas bendiciones. Pero a pesar de ello,
nos cuesta dedicarle ese 1%. Después estoy seguro que el día que nos toque
partir de esta tierra, todos querremos ir al Cielo, querremos pasar la
eternidad con Dios. Pero ahora, nos excusamos para no estar 15 minutos con Él.
Hasta puede que nos moleste entregarle ese 1%. Si ahora sucede esto, ¿Cómo es
que deseamos estar toda la eternidad con Él? ¿Somos coherentes? ¿Somos auténticos?
Un 1% que transforma poco a poco nuestra
vida. Y puedo decirlo por experiencia propia y por los testimonios de muchas
personas que conozco. Por eso quiero
invitarte, a que aceptes tu también este reto, empieza o vuelve a retomar el
Rezando Voy cada día, si puedes a una hora fija, y escribe en una libreta las
frases y los pensamientos que más te hayan gustado o hayan brotado en tu mente
y tu corazón. Haz la prueba y verás como mejora tu vida, como crece tu relación
con Cristo. Ponte el audio del Rezando Voy de cada día y di con voluntad firme: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.