Hace una semana, tuve el regalo
de poder participar y formar parte del Curso de los Siete Jóvenes del
Evangelio, de la Escuela de Evangelización san Andrés (EESA), que organizó la
Comunidad Bernabé en Torrent (Valencia). En las siguientes líneas quiero
compartir mi experiencia y algunas reflexiones que han brotado a partir de este maravilloso curso.
Este el cuarto curso que hago de la EESA y puedo decir que cada uno de ellos, ha sido una
experiencia que me ha ayudado mucho, a crecer en mi relación con Cristo y que
siempre me impulsan a salir de mismo, para ir hacía los demás, para compartir
con ellos la alegría que brota de este encuentro con Jesús Resucitado.
Y es que cada curso es una
reafirmación en mi vida, del mandato misionero que Jesús nos hace a cada uno
nosotros, los bautizados: “Id y haced discípulos” (Mt 28, 19).
Pero para ir y haced discípulos
es necesario ser evangelizado, es indispensable ser discípulo. Y esto sólo se
consigue estando con el Maestro, permaneciendo unidos a su amor y dejándose
amar y transformar por Él. Si algo medite durante este curso es sobre la
necesidad de dejarse amar por Jesús. Abrirle la puerta, escuchar su voz en la
Palabra que me dice: “Mira que estoy de pie junto a la puerta y llamo. Si
alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él
conmigo” (Ap 3, 20). ¿Cómo voy
anunciar el amor de Dios si no experimento el amor que salva en mi corazón, si
no hago memoria, cada día, de ese amor que hace nuevas todas las cosas, de ese amor
que me salvó y me transformó?
Durante el curso, he podido
mirarme al espejo de cada uno de estos siete jóvenes que aparecen en el
Evangelio y en los que en cada uno de ellos, me he podido ver reflejado en
muchos aspectos de mi vida y de mi persona. Y es que como dice san Pablo en la carta a los Hebreos: “La
Palabra de Dios es viva, eficaz y más cortante que una espada de dos filos:
penetra hasta la división del alma y del espíritu, hasta lo más profundo del
ser y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb 4, 12).
Jóvenes que sabía que aparecían en la
Palabra, que conocía intelectualmente en pero que aun no había meditado con el
corazón. Y que con la ayuda de la maravillosa predicación, de dos fantásticos
predicadores como son Pepe Prado (fundador y director general de la EESA) y Ângela
Chineze,(directora de la EESA Brasil), pude ver en ellos la historia de mi vida reflejada y pude
profundizar y reflexionar sobre ella.
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Pepe Prado y Ângela Chineze (EESA Internacional) |
Fue un curso en que hubieron
varios momentos de sanación y liberación. Y es que viéndome en el espejo de
cada uno de esos jóvenes, pude ver como habían cosas de mi vida viejas, que debía poner en manos de Jesús, para que Él pudiera hacerlas nuevas. “Yo hago
nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).
Durante esta experiencia también he
podido conocer a personas maravillosas, que no se si volveré a ver y hablar con
ellas, pero si de algo estoy seguro, es que permaneceremos unidos en la oración.
Personas que han compartido conmigo diferentes realidades, diferentes visiones
y que no sólo me han enriquecido sino que me han hecho ver las cosas desde otra
perspectiva, saliendo de mi mismo. Además de compartir juntos esta experiencia del Espíritu Santo que seguro que ha quedado grabada en nuestros corazones.

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Con la Comunidad Bernabé |
Ahora toca dar gloria a Dios por
todo lo recibido. Subir cada día al monte Tabor para hacer memoria y estar con
el Maestro. Pero sobre todo, toca seguir creciendo y formándome como
discípulo en la Célula Parroquial de Evangelización que el Señor me ha confiado,
con estos ocho maravillosos hermanos y hermanas con los que Jesús me ha bendecido
para permanecer en su amor, e ir y hacer discípulos.
Y si tenéis la oportunidad de
hacer algunos de los cursos de la EESA, aprovechadla. Para poder dar, primero hay que recibir. Yo sólo puedo decir:
¡Gloria a Dios!